Crear un festival de arte feminista ha sido, para mí, como artista, un acto de creación relacional. Es una pieza viva que se construye a partir de conexiones, experiencias y reflexiones compartidas. Lo personal es político, y este proyecto nace desde esa raíz. Cada pequeña historia, cada necesidad de ser escuchada como mujer y como creadora, se transforma en un hilo que teje la red de este festival. No se trata solo de mostrar arte, sino de construir vínculos profundos con las mujeres de nuestro territorio. De intercambiar saberes, sentires y también de confrontar los traumas que a menudo se silencian.
El festival es un espacio para reflexionar sobre la violencia de género, para reconocerla, nombrarla y, sobre todo, combatirla. A través de la sensibilización y del arte, buscamos generar un cambio en la comunidad, abrir diálogos que no solo visibilicen el problema, sino que también ofrezcan herramientas para prevenirlo.
Una de las experiencias más poderosas de este proceso ha sido el crear todo esto desde la base, sin apenas recursos. Nos apoyamos en la fuerza de nuestras voluntades, en la energía de las mujeres que han decidido participar sin esperar una retribución económica. A todas ellas, les dedico un agradecimiento profundo. Su compromiso es, sin duda, una pieza esencial de este festival.
Sin embargo, no puedo dejar de denunciar las dificultades que aún enfrentamos para que el trabajo artístico y cultural de las mujeres sea reconocido y valorado. Es frustrante ver cómo, a pesar de los avances, sigue siendo un reto que se reconozca el impacto y el valor de nuestras propuestas. Pero estos obstáculos no nos detendrán. Cada paso dado es una victoria, cada voz amplificada es un acto de resistencia, y este festival es una prueba de ello.
Hemos creado algo grande desde lo pequeño, y es solo el principio.
Comments